“Para que el tratamiento del ojo seco tenga éxito, es fundamental dedicar unos minutos a explicarle al paciente en qué consiste su enfermedad”
3 de diciembre de 2014
Unos ochenta ópticos optometristas se dieron cita el pasado 26 de noviembre en IMO, invitados por el Instituto Alcon, para asistir a un curso impartido por el Dr. Óscar Gris y por la optometrista Laura González acerca de dos patologías frecuentes que afectan a la córnea y a la superficie ocular: el síndrome de ojo seco (SOS) y el queratocono. El objetivo del encuentro fue proporcionar a los optometristas asistentes las claves sobre estas enfermedades con el objetivo de detectarlas en los pacientes, así como de reconocer aquellos casos en los que se precisa la derivación al oftalmólogo.
El impacto del SOS en la calidad de vida
Tal y como explicó el Dr. Gris, el síndrome del ojo seco (SOS) es una disfunción en la superficie ocular debida a un déficit en la producción o a un exceso de evaporación de la lágrima. Como consecuencia, se rompe el equilibrio osmóstico y se deshidratan y destruyen (apoptosis) las células que constituyen la película lagrimal, que cada vez se vuelve más inestable. Es necesario frenar este “circulo vicioso” que se esconde detrás de la sintomatología referida por el paciente y que, de no ser tratado, va a más. Además de notar molestias como sensación de quemazón, escozor o cuerpo extraño (que suelen empeorar a medida que avanza el día), las personas con ojo seco pueden tener alteraciones visuales y, como hemos comentado, verse afectadas por un daño en la superficie ocular a raíz de la muerte celular que deriva de la hiperosmolaridad.
Según el Dr. Gris, el estilo de vida actual incrementa la incidencia del ojo seco y su repercusión en la calidad de vida de los pacientes, puesto que muchas tareas cotidianas como leer, ver la televisión, trabajar con el ordenador o conducir, conllevan un aumento de la demanda visual. En estas situaciones de fijación y esfuerzo disminuye el parpadeo, por lo que la lágrima se evapora con mayor rapidez y llega a romperse en el caso de las personas con SOS, cuya calidad visual y sensibilidad al contraste empeora entre un parpadeo y el siguiente. Aunque estas alteraciones no son identificables en una exploración al uso frente al optotipo, pueden detectarse con pruebas específicas y deben ser tenidas en cuenta por su impacto en el día a día de los pacientes, afectados en mayor o menor medida en función del estadio de la patología.
Perfiles de pacientes completamente distintos
A la hora de establecer una clasificación del síndrome según el grado de sequedad, el Dr. Gris insistió en que “estos diferentes grados reflejan perfiles de pacientes completamente diferentes que requieren, a su vez, tratamientos distintos”. Así, quienes padecen SOS leve o ambiental (el más habitual) son pacientes con síntomas ocasionales, que normalmente se dan en ambientes contaminados, con aire acondicionado o calefacción fuertes, así como tras pasar muchas horas frente al ordenador, por ejemplo. En el SOS moderado, en cambio, los síntomas son más intensos y frecuentes. Un grupo importante de pacientes con este tipo de ojo seco son las mujeres en edad de menopausia o postmenopausia, aunque hombres y personas jóvenes también pueden verse afectados. Finalmente, en el SOS grave los síntomas son invalidantes y constantes (cada día y a todas horas). Como advirtió el especialista del IMO, “el grado avanzado es el menos común, pero también el de manejo más complejo, y se asocia a enfermedades sistémicas, como el Síndrome de Sjögren, la artritis reumatoide, etc.”
Explicar la enfermedad para propiciar el éxito del tratamiento
La severidad del ojo seco está estrechamente relacionada con el tratamiento a seguir, cuyas pautas expuso el Dr. Gris. Según el oftalmólogo, a los pacientes que se encuentran en el primer estadio (síntomas leves y ocasionales) se les suelen indicar lágrimas artificiales, especialmente en aquellas situaciones en que se manifiesta la patología. Además, el control de los factores ambientales (aire acondicionado, calefacción, humo de tabaco, contaminación industrial etc.) es una gran ayuda preventiva, del mismo modo que una dieta rica en ácidos grasos Omega 3 puede ser un buen complemento, al demostrarse que mejoran la calidad de la lágrima. Estas medidas son, si cabe, más importantes en los pacientes en un segundo estadio (síntomas moderados y episódicos), quienes requieren aplicarse una mayor cantidad de lágrima artificial y con mayor frecuencia. Por ello, “es conveniente evitar los medicamentos con conservantes, altamente tóxicos”, explicó el Dr. Gris, que también recordó el uso de corticoides o ciclosporina como fármacos antiinflamatorios para aquellos pacientes con inflamación importante, siempre bajo supervisión médica.
A no ser que se haga un uso ocasional de las lágrimas artificiales, deben preferirse lágrimas que no contengan conservantes debido a la alta toxicidad de estos componentes.
A no ser que se haga un uso ocasional de las lágrimas artificiales, deben preferirse lágrimas que no contengan conservantes debido a la alta toxicidad de estos componentes. Respecto a los pacientes que se ubican en el tercer estadio (síntomas severos y constantes), el especialista destacó que en algunos casos (test de Schirmer < 5) puede ser beneficioso tapar el punto lagrimal con unos tapones transparentes de silicona de reducidas dimensiones. Sin que se vean ni causen molestias, logran retener la lágrima para que permanezca más tiempo en la superficie ocular, de modo que siempre será más beneficiosa para el paciente que una artificial. Finalmente, ante un SOS en el estadio más avanzado (síntomas severos e incapacitantes), el Dr. Gris recomendó el uso de lentes de contacto terapéuticas, las cuales forman una cámara en la que se acumula la lágrima y así mejoran la hidratación de la superficie ocular. Otra alternativa a considerar puede ser la utilización de unas gafas, lo más cerradas posible, que reduzcan la evaporación de la lágrima. Más allá de la opción terapéutica indicada, “es fundamental dedicar unos minutos a explicar al paciente su enfermedad, ya que si no entiende qué sucede con exactitud en sus ojos es más probable que no se aplique el tratamiento correctamente, sobre todo cuando es a base de lágrima artificial”, concluyó Óscar Gris.
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